La última legión

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Anno Domini 476. El Imperio romano está llegando a su fin. Dividido en dos partes y devastado por las invasiones de los bárbaros, son ya pocos los territorios donde se mantiene el dominio de aquel Estado que gobernó el mundo durante tantos siglos. Rómulo Augusto, con trece años, es el emperador de Occidente tras haber sobrevivido a la aniquilación de su familia. El general germánico Wulfila lo hace prisionero y lo leva a la isla de Capri junto con su preceptor Ambrosino. Sin embargo, no todos se han rendido a las fuerzas bárbaras: un grupo de valientes soldados leales a Roma le rescatan e inician un viaje a través de toda Europa, huyendo de sus enemigos, hasta llegar a los confines del imperio, al territorio de los druidas, Britania, donde encontrarán un destino inesperado. 
Comentario:

CUIDADO SPOILERS!!

Es la primera vez que leo algo romano de éste escritor italiano, que en parte sería lo más lógico siendo de dónde es. Ahora bien, lo que he leído hasta la fecha de Alejandro y de los griegos, me ha gustado mucho, así que estaba claro que iba a continuar con éste buen hombre a ver qué más historias nos traería de aquellas épocas fantásticas que a mí me encantaría visitar, pese a todos los inconvenientes.

Me han gustado los personajes desde el inicio, sabe Manfredi como explicar las cosas y cómo ponerlas para que entres en el argumento y quieras más. Aunque lo que más me ha sorprendido, para bien, es cuando han hablado de la creación de la ciudad de ‘Venetia’ en una laguna, para algunos que no quieren saber nada del imperio y que han formado su propia manera de vivir, ayudarse y hacer su vida. No sabía de esta historia, y como ya visité Venecia cuando tenía 10 años y conozco cosas, me ha gustado saber más de ello.

“CAIVS IVLIVS CAESAR

Y debajo, en cursiva, una expresión sibilina: quindecim caesus, que Rómulo repitió en voz baja: —Herido por quince puñaladas. ¿Qué quería decir? César había sido herido con veintitrés puñaladas como tantas veces había leído en los libros de historia, no quince... ¿Y por qué en una inscripción conmemorativa, en un epígrafe imponente de preciado mármol, de bronce y de oro, había de aparecer el triste recuerdo del idus de marzo, la evocación del magnicidio del más grande de todos los romanos?”

Tan Manfredi como siempre. Se lee rápido, los personajes son interesantes, y consigue de la mejor manera dar a conocer el contexto histórico sin que sea pesado, ni difícil, y además, mezclándolo perfectamente con la trama de personajes y con las partes que él quiere contar. No hay muchos autores que puedan decir lo mismo.
Toda la trama romana, con los últimos años del imperio y los problemas que se tenían entonces, unidos a la vez, con la historia de César, su espada y todo lo que significó como emperador pero también como soldado y como símbolo. Es como si te fueran contando dos historias a la vez, que se fueran entretejiendo entre ellas.

“Se detuvo en aquel momento el último soplo de viento, la superficie de las aguas se desplegó revelando, reflejada, una mágica visión, la figura solemne de su maestro, reaparecido de improviso, y la ramita de plata que resplandecía en su pecho. Casi no reconoció su voz cuando dijo:

—Se terminó, hijo mío, mi rey. Nadie se atreverá ya a tocarte porque has pasado a través del hielo, del fuego y de la sangre, como esa espada que ha penetrado en la roca, hijo del dragón, Pendragón.”

Ahora que ya si ya es bueno de por sí el libro, es una pasada cuando llegas a las páginas finales, cuando van yendo hacia Britania y van tejiendo su propia historia, y termina de una manera épica. Porque sinceramente, no hubiera imaginado final mejor: no sólo por lo bien narrado que está, y lo lógico que es, sino porque es sorprendente y te deja aturdido. Me ha gustado muchísimo y me ha dado pie a ponerme a buscar cosas, y a aprender más. Una maravilla, como siempre, pero en éste además con un punto extra, ya que la hipótesis de Manfredi a mí personalmente me ha encantado.

“La espada admirable está aún clavada en el peñasco desde aquel día de sangre y de gloria y solo yo conozco, completa, la inscripción por haberla leído cuando la vi por primera vez: Cai.Iul.Caes. Ensis Caliburnus, «la espada calíbica de Julio César». Parte de la inscripción está empotrada en la piedra, otras letras han sido cubiertas por las incrustaciones y por los liqúenes en los largos años en que ha estado a la intemperie. Las únicas letras legibles son E S CALIBUR y con ese nombre la llama la gente de esta tierra cuando, en las gélidas mañanas de invierno, el hielo permite caminar hasta el escollo del centro del lago y admirar ese objeto extraordinario. Dicen que solo la mano del rey podrá extraerla de la roca el día en que haya necesidad de combatir el mal.”